Contador de Lecturas


DIA 5

Eran las 8 de la mañana y el sol ya empezaba a calentar. El cielo estaba totalmente despejado y no se sabía donde acababa el mar y donde empezaba el cielo. El precioso paisaje hacía que el mundo en el que vivíamos se viera con otros ojos. Además tenía compañía femenina, lo cual estaba muy bien, pero el hambre apretaba y no era plan estar mas horas sin echarse algo a la boca.

- Por cierto, ¿como te llamas? - Preguntó.

- Me llamo Alex, y tu?

- Andrea, encantada.

Andrea me contó que estaba buscando una comunidad donde vivir y poder volver a sentirse útil.
Había recorrido ya gran parte de Andalucía, sin encontrar nada más que personas robándose lo poco que les quedaba.

Ninguno de los dos sabíamos donde ir, ella nunca había tenido mucha familia y yo había perdido toda ilusión de encontrar algún familiar vivo, así que después de un rato pensando decidimos ir hacia el interior de España buscando alguna comunidad entre las montañas.

Ella tenía un viejo Jeep verde lleno de bollos, cargado de garrafas de gasolina y la comida que iba encontrando.
El buen tiempo hacía que el camino hacia la sierra fuera muy agradable, como si nunca hubiera pasado nada y fuésemos de acampada.
Las buenas sensaciones iban a desaparecer rápidamente cuando vimos un coche parado en mitad de la carretera de montaña. De detrás del coche salió un hombre apuntándonos con una pistola y amenazándonos para que nos bajáramos.
El pulso le temblaba demasiado y casi no era capaz de apuntar, se ve que aquel hombre nunca había sido mala persona, pero el destino le había empujado a luchar por su vida, el destino y el niño que salio detrás del coche agarrándose a su pierna.
Estábamos en una encrucijada, ese hombre no se fiaba de nadie y nosotros aun menos. Andrea, le dijo que bajase el arma, le podíamos ayudar, a él y a su pequeño, pero él no aceptó, había visto ya demasiadas barbaridades como para fiarse de unos desconocidos. Estaba totalmente dispuesto a quitarnos el coche y si hiciese falta, la vida también.

Yo no estaba dispuesto a perderlo todo de nuevo y mientras negociaba Andrea, saqué mi pistola, me escondí tras la puerta del coche y le apunté. Le dije que nos dejara ir, lo juro por dios que lo hice, pero él no estaba en sus cabales. Me disparó sin contemplaciones, afortunadamente la puntería no era su punto fuerte y dió en la puerta del Jeep. En ese momento comenzó un tiroteo que no olvidaré en mi vida.
Ninguno de los dos teníamos experiencia con armas, uno de sus disparos me alcanzó en el hombro y perdí la estabilidad, mi bala salio desviada y le atravesó el cuello al chiquillo.
Tardó segundos en desangrarse. El hombre, pareció recuperar la cordura en ese momento, y viendo lo que había ocurrido en ese momento decidió tragarse su pistola.