Contador de Lecturas

DIA 21:

Al llegar a la comunidad y contar lo sucedido tuvimos una reunión sobre lo que había pasado aquel día, como íbamos a actuar y como solucionar el posible problema que se nos venía encima.

Todos estábamos bastante nerviosos, había gente llorando, otros gritaban más que hablaban. Después de un par de horas tensas y angustiosas conseguimos ponernos de acuerdo. En la mañana de los días venideros formaríamos dos grupos, saldríamos a la carretera al amanecer y buscaríamos todo el armamento y comida posible. No sabíamos si vendrían o no, pero teníamos que estar preparados para cualquier imprevisto. 
Por las tardes preparábamos trampas en los alrededores de la finca, cortábamos el paso en las carreteras atravesando coches, solo parábamos cuando la noche llegaba. 

Las noches eran mas tranquilas, encendía la chimenea mientras Andrea preparaba algo para cenar. Nos pasábamos las horas hablando, cada vez estábamos mas unidos y me sentía mas atraído por ella.
Una de las noches Andrea sacó una botella y me la puso delante mía.

- ¿Me la abres, por favor? - 
- ¡Vino! - Exclamé - Pero, ¿de donde la has sacado?
- La encontré en una de las casas que registramos hace ya varios días - Contestó Andrea.
- La estaba reservando para algún día especial, pero viendo lo  que ha ocurrido puede ser que ese día nunca llegue.
- No seas tonta, puede que no pase nada. No sabemos si ese pirado tenía más gente con él - Repliqué.
- Pero, ¿y si la tiene, que pasará? Tengo mucho miedo, no quiero morir, no estoy preparada.
- No te preocupes, no dejaré que te pase nada malo. 
- ¿Cómo estas tan seguro? No tienes ni idea, si estuvo a punto de matar a Alberto y Nacho, quien te dice a ti que no viene aquí a vengarse - Contestó Andrea con la voz temblorosa.
- Tienes razón, no tengo la mas mínima idea, pero por eso mismo estamos preparando todo esto. Les va a costar mucho llegar hasta nosotros, y si llegan te protegeré con mi vida, lo juro.

En ese momento Andrea se echó a mis brazos llorando, nunca la había visto así, siempre había sido tan fuerte, o eso parecía. El tiempo que había pasado en la carretera había conseguido endurecerla, pero estos días en la comunidad la estaban volviendo a ablandar.

- No quiero perderte Alex, te quiero demasiado para perderte.

Esas eran las palabras que tanto había deseado oír estos últimos días, se acercó hacía mi y comenzó a besarme.

Imagina despertar al lado de la persona a la que quieres, salir de la casa y ver amanecer. Al montarme en el coche para hacer la ruta lo veía todo con un color diferente. Este nuevo mundo me parecía ahora mucho más sencillo, el paisaje me resultaba más bello. Ansiaba acabar la ruta para volver a casa y poder estar otra vez con ella.

Volvía a tener algo por lo que ser feliz, por lo que luchar y ahora nadie podría quitarmelo.




DIA 20:

Han pasado ya varios días desde la última vez que escribí en este diario, pero es que he estado demasiado ocupado trabajando en la granja y preparando una casa para vivir Andrea y yo en nuestra nueva comunidad.
El día a día ha sido un poco rutinario, lo cual supongo que es bueno, pero me estaba empezando a acostumbrar a la tensión de la supervivencia en la carretera y creo que ahora la echo un poco de menos.
Después de tantos días sin salir, hoy por fin decidimos ir a buscar provisiones a un pueblo de las cercanías. 
Preparamos dos coches y salimos cuando estaba amaneciendo para poder aprovechar el día. La idea era buscar supermercados de gran tamaño y farmacias. Nos dividimos en dos grupos para abarcar mas terreno.
A mi me tocó con Ramirez, un Sargento con aires de grandeza y mucha mala leche. Él fue uno de los que se levantó de la mesa cuando nos dijeron que podíamos quedarnos con ellos. 
Decidimos entrar a una farmacia para llevarnos todo lo posible. A cada paso que daba Ramirez se quejaba, para él no hacía nada bien, había bastante tensión entre los dos y yo no iba a permitir que me pisotearán.
En cuanto encontramos todas las medicinas que Andrea nos había pedido, fuimos a buscar al resto del grupo.
Al llegar a las proximidades del supermercado vimos un camión aparcado en la puerta entorpeciendo la salida del coche de nuestros compañeros. Bajamos de nuestro coche en silencio y nos acercamos intentando hacer el menor ruido posible. De repente vimos como salían Alberto y Nacho con las manos en la cabeza y detrás suyo 4 hombres apuntándoles por la espalda. Del camión se bajó alguien, cogió a Alberto por el pelo y comenzaron a hablar. No estábamos lo suficientemente cerca así que no podíamos oír nada y decidimos acercarnos. Una vez allí pudimos oír al tipo del camión.

- ¿Cuántos sois?
- Solo Nacho y yo - Contestó Alberto.
- Queréis hacerme creer que habéis sobrevivido todo este tiempo vosotros dos solos?
- Pero es la verdad, lo juro.
- Está bien, creo que para soltaros la lengua va a hacer falta algo mas - metió la mano en su bolsillo y saco un machete - Tal vez tu amigo sea un poco mas participativo.
- Tumbad al otro en el suelo
- No por favor, no me hagáis daño, hablaré - dijo Nacho mientras lloriqueaba.
- Bien, parece que comenzamos a entendernos.
- Puto sádico
- Bien, comencemos, quiero que me lo contéis todo, o si no, mi machete saciará su sed con la sangre de tu amiguito.

Ramirez veía como pasaba todo sin inmutarse hasta que Alberto comenzó a contarle los detalles de nuestra situación. Cogió su fusil y se preparó para disparar.

- ¿Qué intentas hacer? - pregunté - son muchos, no vamos a conseguir acabar con ellos.
- Mi idea no es intentar acabar con ellos, si no matar a esos putos chivatos lloricas.
- ¿Pero estás loco? Son nuestros amigos, tenemos que ayudarles
- No son mis amigos, son unas nenazas y ahora van a jodernos, que los follen, antes me los cargo.

Tenía que actuar rápido, este loco iba a matarlos y no podía permitirlo. Le pegué con la culata de mi arma a Ramirez dejándolo inconsciente. Ahora todo dependía de mi puntería  Respiré hondo y apunté a uno de ellos a la cabeza, disparé y conseguí acabar con él. No sabían de donde venían los tiros, estaban desconcertados mirando a todos lados. Tenía a otro a tiro, no sabía que me tenia un par de coches detrás de él. Me arrastré por debajo de algunos coches hasta que lo tuve a tiro y acabé también con él. Alberto y Nacho recuperaron sus armas y empezaron también a disparar. Era imposible levantar la cabeza con ese tiroteo. De repente escuché como arrancaba el camión y huyeron despavoridos.

Me levanté y vi cinco cuerpos tirados en el suelo y un reguero de sangre que llegaba hasta una alcantarilla. Del interior del supermercado salieron Nacho y Alberto festejando la victoria.

- Carguemos a Ramirez en el coche y salgamos de aquí lo antes posible - Comenté.

Al llegar a casa contamos lo que había pasado, la forma de actuar de Ramirez y como había salvado a aquellos dos chavales. Para algunos fui un héroe, para otros un traidor por haber golpeado a Ramirez y haber permitido que los otros se escapasen con una información tan valiosa de nuestro grupo.
Era el momento de prepararse para lo que pudiera venir, porque si ellos son mas, esto se convertirá en una guerra.










ESPECIAL ANDREA:

Muy a pesar de todo lo que he vivido hasta ahora, nunca he perdido la esperanza en la raza humana, a pesar de haber visto tantas cosas y pasado por tanto… Una vez llegamos a la nueva comunidad, mis energías se renovaron, las primeras noches nos dedicamos a hablar alrededor de la mesa sobre nuestras experiencias allá afuera. Esa gente llevaba mucho tiempo allí aislados, quizá demasiado. Querían saber cómo había empezado todo, cómo estaban las cosas fuera…
                La verdad es que poca información podíamos darle, el desconocimiento era la tónica general… sólo podía contarles lo que había vivido yo en primera persona. Cuando empezó todo, nos llamaron a todos los médicos a primera línea de fuego, a la puerta de urgencias, nos dedicábamos a tratar síntomas, la poca información que teníamos creo que era errónea, nos dijeron que se trataba de una infección viral, que se estaba extendiendo rápidamente en la población con una alta tasa de mortalidad. En principio nos informaron de que no se trasmitía por el aire, sino por contacto íntimo con otra persona, los besos, las relaciones sexuales, compartir un vaso… El gobierno empezó campañas absurdas de concienciación para que la gente se saludara dándose la mano y no se besara y cosas así que no servían para nada, porque, como pudimos comprobar después, se trasmitía por el aire y nadie estaba a salvo. Mientras, nosotros, desbordados en el hospital, doblábamos turnos, dormíamos un rato en el hospital y volvíamos a bajar… Pronto empezaron a enfermar compañeros y la cosa se ponía cada vez peor, cada vez éramos menos atendiendo a enfermos y más pacientes. Gente en los pasillos, los muertos se mezclaban con los enfermos en camas adjuntas…
                Al final el hospital era un sitio inhabitable, la tasa de mortalidad era altísima y ya no quedábamos más que tres compañeros, un cirujano, una enfermera y yo. Un día la cosa se puso fea… un hombre de unos 35 años entró amenazándonos con una pistola para que curáramos a su hijo, el niño, de unos 5 años estaba muy mal, su padre lo traía en brazos y el pobre estaba inconsciente, bañado por el sudor y con una fiebre altísima, ya le costaba trabajo respirar cuando entró en el hospital. Hicimos todo lo que pudimos, pero al final el niño falleció, su padre entró en cólera, entre el dolor y la ira perdió los papeles, nos culpó de la muerte de su hijo, entre gritos, empezó a disparar, salí corriendo aterrada, empezó a perseguirme por los pasillos del hospital, salí por la escalera de emergencias y me refugié entre los cientos de coches que se amontonaban en el parking… estuve horas decidiendo si volver al hospital o seguir adelante, y ese fue el momento en el que decidí, entre lágrimas y con todo el dolor de mi corazón, mirar adelante y escapar de aquel hospital. 
                Llevaba semanas allí aislada, no sabía nada de mi familia desde que las líneas de teléfono empezaron a fallar y mi primera intención fue buscar un coche y ponerme en camino a mi casa… mi antigua casa, no encontré a nadie por el camino, supongo que las pocas personas que quedaban con vida, intentaban evitar el contacto humano, aún guardaba una copia de las llaves de casa de mis padres, la casa donde me había criado, abrí la puerta, llamé, pregunté en voz alta… pero nadie contestó, no encontré a nadie en casa, lo que me tranquilizaba en  parte, porque mantenía la esperanza de que pudieran haber escapado de allí y seguir con vida.
                Al encontrarme en casa sola fue cuando decidí comenzar mi camino en solitario en busca de… no sé muy bien de qué, supongo que en busca de respuestas. 
DIA 7:

Cuando me desperté esta mañana no imaginaba ni por asomo que iba a conseguir encontrar una comunidad tan rápidamente.
Pese a estar tan cómodos y seguros en la casa en la cual pasamos la noche, Andrea estaba totalmente convencida de seguir buscando una nueva comunidad donde vivir. 
Después de llevar varias horas conduciendo, estaba totalmente desorientado, y no tenía ni idea de donde podíamos estar, sólo veía montañas y árboles. Andrea en cambio, parecía que lo tenia todo muy claro. Tomaba caminos y desvíos como si estuviese siendo guiada por un gps.
De repente un frenazo en seco me sacó de mi sopor, miré hacia un lado y ahí mismo vi una cancela metálica rodeada de muros y en lo alto del todo, dos hombres apuntándonos con rifles.

-¿Quiénes sois? - Preguntó uno de ellos.
- Me llamo Alex y ella es Andrea, ¿y vosotros?
-Silencio - gritó. - Aquí las preguntas las hacemos nosotros.
- Bajaos del coche despacio y no hagáis ninguna tontería.

La puerta comenzó a abrirse y de ella salieron los dos vigilantes apuntándonos como si fuéramos asesinos.
-¡Tranquilos chicos! Se escuchó una voz que se acercaba. Era un hombre de unos 60 años, tenia la barba blanca y el poco pelo que le quedaba bastante desaliñado.
- ¿Cómo habéis llegado hasta aquí? Pensábamos que nos habíamos escondido lo suficiente como para que no nos encontraran.
- Venid a mi despacho y os pondré al corriente de nuestra situación, con una condición, las armas las dejareis en el coche, ya nos encargaremos nosotros de ponerlas a buen recaudo.

Después de contarle toda nuestra historia y como habíamos conseguido llegar vivos hasta allí, asintió con un gesto de aprobación y comenzó a hablar él.
Me llamo Carlos Moreno, la gente que veis aquí son familiares y amigos que conocían la ubicación de esta finca porque ya habían estado aquí con anterioridad.
Antes de la "gran infección", así es como yo la llamo, era un empresario de éxito, pero me cansé del ritmo estresante de la ciudad y me fui lo mas lejos posible de Madrid. Después de mucho buscar encontré esta vieja finca alejada de la civilización, perteneció a un viejo granjero y cuando murió sus hijos no quisieron hacerse cargo de ella y me la vendieron. No llegaba la electricidad y estaba muy abandonada, así que me puse manos a la obra y la reformé entera. Quería venirme aquí a disfrutar de mi jubilación, pero eso nunca pasó.
Cuando la gente comenzó a enfermar y el gobierno no dio solución alguna, decidimos venirnos aquí por lo que pudiera pasar. El tiempo nos dio la razón y gracias a Dios, hemos tenido un sitio donde vivir.
Tenemos agua potable, aunque el sabor no es muy bueno porque es de pozo, un generador eléctrico, un río a pocos kilómetros de aquí al que vamos de vez en cuando a pescar, una huerta, algunos animales de granja y una vez en semana salimos a cazar, como ves tenemos suficiente como para poder vivir sin problemas.

- Bueno, a todo esto, ¿A qué os dedicabais antes?
- Pues yo era electricista y Andrea era médica, así que si nos dejan vivir con ustedes podemos servirles de      ayuda.
- Lo comentaré con el resto de la comunidad y cuando tengamos un veredicto os avisaremos, pero mientras    podéis pasear por la finca, mi hijo Alberto os acompañará en una visita guiada, espero que os guste.

Después de un paseo a fondo por la parcela y alrededores, Andrea parecía haber recuperado la ilusión por pertenecer a algo. Había una mujer embarazada y estaba deseosa por poder examinarla, sentirse parte del grupo. Yo en cambio, no estaba demasiado cómodo. Había algo que me hacia dudar pero no sabía que era, tal vez, demasiada amabilidad en los tiempos que corrían.

Aquella misma noche Carlos organizó una gran cena, había comida y bebida por todas partes, como si nada hubiese cambiado y estuviésemos en una de sus barbacoas de fin de semana.
Carlos se levantó y pidió silencio para decir unas palabras.
- Alex, Andrea, hemos decidido que os podéis quedar con nosotros y formar parte de nuestra creciente comunidad, enhorabuena.

Cuando Carlos acabó de pronunciar esas palabras, varias personas se levantaron y se fueron sin despedirse y con un gesto muy serio. Supongo que habrían votado en contra de que entrásemos a formar parte de sus vidas, tal vez no se fiaban de nosotros, pero yo de ellos tampoco.



DIA 6:

Nunca imaginé que una herida de bala pudiera ser tan dolorosa, habían pasado varias horas ya, desde que Andrea me suturó la herida, pero aun así seguía sintiendo ese dolor punzante que me atravesaba todo el hombro. 
La noche la pasamos al raso durmiendo al lado de una fogata, la cual utilizábamos para calentar las latas pocas de conserva que aun nos quedaban. Si alguien os dice que las albóndigas enlatadas están buenas, sinceramente os están tomando el pelo.

Nos despertamos abrazados, tapados por una fina manta y muertos de frío, ya que el fuego se había apagado y en la sierra hace frío incluso en las noches de verano. 
Decidimos ponernos en marcha temprano, ya que a Andrea no le gustaba estar mucho tiempo parada en el mismo sitio. No paraba de contar las veces que había visto peleas por unas latas de comida y no quería arriesgarse tontamente.
El viaje resultaba bastante tedioso. Había ratos en los que no pronunciábamos ni una palabra, solamente escuchando la música de fondo que llevábamos puesta, otros ratos nos contábamos nuestras ideas de futuro si el mundo no hubiera cambiado. 
Al cabo de las horas de viaje encontramos una finca que nos llamó la atención. Andrea paró el coche y nos asomamos a la reja. Había una casa de dos plantas en mitad de la parcela, era nuestra oportunidad, podríamos encontrar mas comida y cosas que nos pudiera servir.
No nos fiábamos de entrar, nunca se sabe si podía haber alguien dentro y nuestra visita no les resultaba muy agradable. También podían habernos visto y estaban esperando a que entráramos para tenernos en su terreno y así robarnos con mas facilidad.
Por mas que gritábamos no contestaba nadie, así que saltamos la verja y fuimos directos a la casa.
Entramos en la casa rompiendo una ventana. Había un olor nauseabundo en el ambiente, el mismo olor a muerto que noté cuando abrí aquel todoterreno en la autopista.
Registramos todos los cajones y el frigorífico, conseguimos hacernos con bastante comida y algunas herramientas muy útiles. Mi ropa estaba sucia y rota, así que subimos al piso de arriba para buscar algo para cambiarme. De repente, de una de las habitaciones comenzaron a escucharse unos gruñidos.
Desobedeciendo cualquier lógica nos acercamos hasta la habitación. Yo preparé mi pistola y Andrea abrió la puerta rápidamente.
De un salto me atacó un pastor alemán y reaccioné rápidamente pegándole un tiro. Justo en la cabeza, murmuró Andrea.
Entramos en la habitación y había un cuerpo de mujer medio devorado. El pobre perro se había quedado atrapado en el dormitorio con su dueña, y cuando no le quedó mas remedio, el hambre hizo el resto.

Habíamos tenido ya demasiadas emociones durante el día, así que decidimos quedarnos tranquilamente el resto del día allí, comiendo y charlando. Dormir en una cama se agradece mucho en los tiempo que corren.

DIA 5

Eran las 8 de la mañana y el sol ya empezaba a calentar. El cielo estaba totalmente despejado y no se sabía donde acababa el mar y donde empezaba el cielo. El precioso paisaje hacía que el mundo en el que vivíamos se viera con otros ojos. Además tenía compañía femenina, lo cual estaba muy bien, pero el hambre apretaba y no era plan estar mas horas sin echarse algo a la boca.

- Por cierto, ¿como te llamas? - Preguntó.

- Me llamo Alex, y tu?

- Andrea, encantada.

Andrea me contó que estaba buscando una comunidad donde vivir y poder volver a sentirse útil.
Había recorrido ya gran parte de Andalucía, sin encontrar nada más que personas robándose lo poco que les quedaba.

Ninguno de los dos sabíamos donde ir, ella nunca había tenido mucha familia y yo había perdido toda ilusión de encontrar algún familiar vivo, así que después de un rato pensando decidimos ir hacia el interior de España buscando alguna comunidad entre las montañas.

Ella tenía un viejo Jeep verde lleno de bollos, cargado de garrafas de gasolina y la comida que iba encontrando.
El buen tiempo hacía que el camino hacia la sierra fuera muy agradable, como si nunca hubiera pasado nada y fuésemos de acampada.
Las buenas sensaciones iban a desaparecer rápidamente cuando vimos un coche parado en mitad de la carretera de montaña. De detrás del coche salió un hombre apuntándonos con una pistola y amenazándonos para que nos bajáramos.
El pulso le temblaba demasiado y casi no era capaz de apuntar, se ve que aquel hombre nunca había sido mala persona, pero el destino le había empujado a luchar por su vida, el destino y el niño que salio detrás del coche agarrándose a su pierna.
Estábamos en una encrucijada, ese hombre no se fiaba de nadie y nosotros aun menos. Andrea, le dijo que bajase el arma, le podíamos ayudar, a él y a su pequeño, pero él no aceptó, había visto ya demasiadas barbaridades como para fiarse de unos desconocidos. Estaba totalmente dispuesto a quitarnos el coche y si hiciese falta, la vida también.

Yo no estaba dispuesto a perderlo todo de nuevo y mientras negociaba Andrea, saqué mi pistola, me escondí tras la puerta del coche y le apunté. Le dije que nos dejara ir, lo juro por dios que lo hice, pero él no estaba en sus cabales. Me disparó sin contemplaciones, afortunadamente la puntería no era su punto fuerte y dió en la puerta del Jeep. En ese momento comenzó un tiroteo que no olvidaré en mi vida.
Ninguno de los dos teníamos experiencia con armas, uno de sus disparos me alcanzó en el hombro y perdí la estabilidad, mi bala salio desviada y le atravesó el cuello al chiquillo.
Tardó segundos en desangrarse. El hombre, pareció recuperar la cordura en ese momento, y viendo lo que había ocurrido en ese momento decidió tragarse su pistola.









DIA 4


Noté como una mano me golpeaba la cara y me decía que abriera los ojos. De repente vi una silueta delante mía, sin dudarlo un momento y rápidamente ataqué al cuello de aquella sombra para evitar que volvieran a escaparse llevándose algo mio. Cuando recuperé la visión por completo me dí cuenta de que estaba asfixiando a una chica y ella no conseguía zafarse de mis garras.

Como pude me levante, la inmovilicé contra la pared.

- ¿Tú también vienes a robarme? - Pregunté.
- No, yo solo te he visto tirado en el suelo y venia a ayudarte, te lo juro, era medico antes de que pasara      todo esto.
- ¿Como se que es verdad? - ¿Como me puedo fiar de ti?
- No puedes, tendrás que confiar simplemente.

En ese momento pensé que aun podían quedar buenas personas, que no todo el mundo se habían convertido ya en animales desesperados por comida.
Pensé que podía ser la compañía humana que tanto necesitaba, y coño, además estaba bastante buena.

La solté y le pregunté que hacia donde iba. No sabia, solo deambulaba buscando agua y comida. Al parecer igual que todo el mundo.

- Oye, ¿sabes como comenzó todo esto?, si dices que eres médico estarías informada un poco del virus que lo provocó, ¿no?

- Bueno, antes de que saliera a la luz en los medios de comunicación, nos dijeron que habían conseguido una mutación del virus H1N1. No sabemos que pretendían con eso, pero supongo que intentaban usarlo para curar una enfermedad o usarlo para una posible guerra bacteriológica. Algo tuvo que salir mal porque se propagó. 
La capacidad de contagio de este virus era tremenda, y no tardamos en sucumbir ante tan abrumador poder.
No podíamos contenerlo, no nos habían dado información de como protegernos ante tal virus y eso acabó con todos.

Cuando vimos que todos nuestros esfuerzos eran inútiles para detener la infección, decidimos abandonar los hospitales. Aquello era el infierno. Decidimos alejarnos de allí, todos estábamos infectados y preferíamos ir a morir a nuestras casas y poder despedirnos de nuestras familias.

- Pero tu y yo estamos vivos, el que me atacó también, ¿como puede ser?

- La mutación del H1N1 no es 100% efectiva. Hay gente a la que no le afecta el virus, su cuerpo es capaz de responder ante el intruso. Somos los supervivientes de esta pandemia, los herederos del planeta.


DIA 3


El tercer día de mi búsqueda de la compañía humana empezó más tarde de lo normal. Pasé la noche en la antigua casa de mi tío, por lo que volver a dormir en una cama fue tan relajante y cómodo como lo recordaba.

Después de desayunar salí rápido del edificio para coger el coche y aprovechar el día.
No sabía donde ir, pero si que tenía que proseguir mi búsqueda. Una persona sola no está segura, pero, como decía la frase "la unión hace la fuerza".

Decidí recorrer toda la costa andaluza, tranquilamente con el 4x4, buscando gente, y provisiones.
Nunca había visto la costa con tanta tranquilidad, no había un alma en la calle. Podías escuchar perfectamente el sonido de las olas, los pájaros. Sonidos que antes con el bullicio de la gente, los coches y demás pasaban desapercibidos.
Estaba tan absorto por la belleza del paisaje que no me di cuenta de que el coche llevaba kilómetros en reserva.

De repente el coche empezó a pegar tirones, y me dejó tirado en mitad de un pueblo. Tenia que conseguir gasoil de alguna forma.
Vi una gasolinera, me acerque a un surtidor, apreté el gatillo de la manguera y no salio nada, supuse que al no haber electricidad no funcionaria. Mi segunda opción fue buscar algún coche y sacarle el gasoil, pero claro, antes debería encontrar la forma de sacarlo.

Me di una vuelta por los alrededores, y vi como de una fachada salia el macarrón de desagüe de un aire acondicionado. Me llevé el trozo que me hacía falta, forcé la tapa del deposito de un coche y empecé a aspirar hasta que conseguí que empezara a salir gasoil para llenar una garrafa.

De repente sentí un fuerte golpe en la cabeza y caí al suelo. Noté como mi visión se enturbiaba y escuchaba unas voces de fondo gritándome  Fue como si no entendiera nada. Note como me registraban bolsillos y salían corriendo. Intenté levantarme, pero perdí el conocimiento y di de bruces contra el suelo.

Desperté horas después, en mitad de la calle, pasando frío y muy mareado.
Gateando conseguí llegar hasta una pared, intente levantarme pero no podía. Era imposible mantener el equilibrio. Me tuve que sentar para poderme recuperar un poco y pensar en lo que había pasado.

En ese momento me di cuenta de que me habían robado lo poco que me quedaba.  Volvía a estar como empecé, o peor.

DIA 2


Normalmente cuando he dormido en mi coche ha sido simplemente porque iba a un festival de rock y estaba borracho, eso hacía que cualquier lugar que consiguiese para dormir fuera el ideal. 

Hoy me he despertado en mi coche, a las 7:30 de la mañana, con el sol dándome en la cara. Tenía la espalda dolorida de la mala postura y me he dado cuenta de que no era tan guay dormir en el coche como cuando lo hacía antes.

Mi primera idea ha sido la de desayunar, ya que tenía batidos y estos se caducan rápidamente, he aprovechado para tomarme uno junto con unas galletas. Después de tantos días  pasándolo mal, un desayuno tan simple como el que podrías hacer cualquier día en tu casa se convierte en toda una delicatessen. 

Mientras desayunaba solo podía pensar dónde podría ir. Mis padres, amigos y pareja habían muerto, pero quizás alguien de mi familia aun quedase vivo y, si los encontraba, no me sentiría tan solo.

Había pasado la toda la noche durmiendo en mi viejo coche a las afueras de Córdoba así que decidí ponerme manos a la obra y, con el coche cargado de comida, decidí viajar hasta mi primer destino, Cádiz, donde vivía uno de mis tíos.

El camino es corto, son aproximadamente unos 250 km, así que en 3 horas largas estaría ya en casa de mi tío. Pensaba que no habría muchos coches en la autovía estorbando, por aquello de que la infección se propagó rápidamente y a la gente no le dio tiempo a decidir un plan. Craso error, había bastantes coches durante gran parte del trayecto, los cuales tenía que esquivar. El problema era que algunos estaban accidentados, supuse que serían infectados, que al intentar salir de la ciudad murieron conduciendo y acabaron estrellándose, dejando un reguero de cristales rotos y zonas difícil de esquivar. Más de una vez me tuve que bajar y empujar algún coche desde fuera, viendo los cadáveres pudriéndose dentro, haciéndome vomitar por enésima vez desde que empezó esta epidemia.

Los problemas no llegaban a su fin, cuando encontré las barreras de la autopista bajadas. La única que estaba abierta fue la de un coche accidentado, el cual no me permitía el paso.
Me baje del coche he intente levantarla, pero el mecanismo la tenía atrapada, así que decidí, como en las películas americanas, reventarlas con el coche. Mala idea, al llegar con tanta velocidad a la barrera conseguí atravesarla, doblándola como si fuera un trozo de papel, lamentablemente mi coche también parecía lo mismo, destroce toda la parte delantera, lo cual no fue nada bueno,  porque empezó a salirse todo el agua del radiador y no duro ni 20 minutos.

En el momento en que se paró el coche, se paró también una parte de mi vida, acababa de perder lo poco que me quedaba de mi pasado. Ese coche fue el regalo de mi padre por entrar en la universidad. Sí, era un coche viejo, pero significaba mi independencia, podía ir donde quisiera, hacer lo que quisiera, y además, fue testigo de mis primeros encuentros sexuales con la que fue hasta entonces mi pareja. Rompí a llorar, golpeándolo todo,  gritando, todo el dolor que me había tragado durante esos días salió a la luz en ese momento. Sentía que me ahogaba, me quería morir, pero no podía dejar que eso me desanimase. Me seque las lágrimas, y empecé a andar, suponía que no muy lejos debía haber un coche que aun funcionase, así que cogí un martillo y empecé a caminar. Unos 10 km después vi un coche, era un 4x4 de estos que se compraban la gente de dinero para presumir coche dentro de la ciudad. 

Como era normal estaba ocupado, Había un hombre de unos 40 años y un chico de unos 10, los dos muertos. 

Rompí la ventana con mi martillo y, tapándome la nariz con la camiseta para no sentir el olor a putrefacción que había allí dentro, abrí la puerta del coche. Saqué como pude primero al hombre, después al chico, limpié los cristales y arranqué el coche. ¡Bingo! A la primera, había encontrado un buen coche, por fin algo de suerte.

Volví a toda prisa hasta mi viejo coche, cargué las cosas y me puse en camino hacia Cádiz. Llegué a Cádiz sobre las 4 de la tarde. Era mayo, así que aun tenía unas cuantas horas de luz para encontrar la casa de mi tío y dejar de sentirme tan solo.

No recordaba bien el camino, pero al final encontré el edificio donde vivía. Subí las escaleras rápidamente y me puse a llamar como un loco a la puerta, pero nadie contestaba. No me lo podía creer, tantos kilómetros para nada. 

Decidí romper la cerradura y entrar, quería ver a mi familia, si aún estaban ahí, así que me puse manos a la obra. Un par de martillazos y el pomo salió despedido. Un par de patadas y lo poco que quedaba de cerradura no aguantó. La puerta se abrió ante mí, salí corriendo buscando las habitaciones, llamando a voces a mi familia, pero no había nadie. Mis tíos y mis primos ya no estaban, se habían ido. ¿Quizás a buscarme a mí? ¿Quizás a buscar a otros familiares? No lo sé, solo sé que allí nadie me esperaba.


DÍA 1




He pensado empezar a escribir este diario para poder llevar la cuenta de los días,  saber donde voy y tener una vía de escape ante tanta soledad. 

Han pasado ya varios días desde que tuve el último contacto con otro ser humano.
No sé cuanto tiempo ha pasado exactamente desde que se descubrió la primera persona contagiada, pero lo cierto, es que el virus se extendió tan rápidamente que a los gobiernos no les dio tiempo a poner a sus países en cuarentena. Los últimos datos sobre la epidemia que salieron en las noticias fue un 63% de muertes a nivel mundial y subiendo.
Familia, pareja, amigos... Todos mis seres queridos muertos, sin tiempo a despedirme de ellos, sin tiempo a decirle lo que sentía y que siempre los llevaría conmigo en mi largo viaje.

Hace tres días se acabó la comida que había en mi casa, el agua y la luz han dejado de llegar, y eso me ha obligado a salir de mi hogar, mi protección, el lugar donde sabia que estaba seguro. Había visto las suficientes películas post apocalípticas como para saber que en esta situación los supervivientes se convierten en animales luchando por su supervivencia.
Mi primera idea fue ir a la tienda de barrio que hay mas cercana a mi casa, pero como era lógico estaba cerrada con una persiana metálica y no tenía llaves de la tienda ni herramientas para forzar la cerradura, así que fui al taller de mi padre para coger todas las herramientas que me pudieran hacer falta. 
Preparé mi coche con toda la ropa útil que tenía, botellas vacías y mi mochila de clase para poder guardar cosas.
Una vez que conseguí las herramientas volví a la tienda, intenté forzar la cerradura, la golpee con un martillo, pero nada funcionaba, así que se me ocurrió serrar la persiana metálica con una sierra que tenia. Parecía un trabajo mucho menos duro del que imagine, tarde alrededor de dos horas en conseguir abrir un agujero aproximadamente de un metro cuadrado en la persiana.
Pero por fin estaba dentro de la tienda, los productos estaban aun la gran mayoría sin caducar, así que sin dudar empecé a comer todo lo que pude, comía como un cerdo, todo lo que me cabía en la boca. 
Cuando llevas tres días sin comer el estomago lo tienes cerrado, lo descubrí a los dos minutos de acabar de comer, lo vomite prácticamente todo, un desperdicio. 
Como pude con las pocas energías que tenía me puse a llevar toda la comida enlatada hasta mi coche. Saque toda la comida que pude de la tienda y me fui  Había hecho mucho ruido rajando ese metal como para esperar a que algún salvaje pudiera haberme oído y viniera a robarme.
Tenía que empezar una nueva vida, y desde luego tendría que ser lejos del lugar que me crié.