Contador de Lecturas

DIA 6:

Nunca imaginé que una herida de bala pudiera ser tan dolorosa, habían pasado varias horas ya, desde que Andrea me suturó la herida, pero aun así seguía sintiendo ese dolor punzante que me atravesaba todo el hombro. 
La noche la pasamos al raso durmiendo al lado de una fogata, la cual utilizábamos para calentar las latas pocas de conserva que aun nos quedaban. Si alguien os dice que las albóndigas enlatadas están buenas, sinceramente os están tomando el pelo.

Nos despertamos abrazados, tapados por una fina manta y muertos de frío, ya que el fuego se había apagado y en la sierra hace frío incluso en las noches de verano. 
Decidimos ponernos en marcha temprano, ya que a Andrea no le gustaba estar mucho tiempo parada en el mismo sitio. No paraba de contar las veces que había visto peleas por unas latas de comida y no quería arriesgarse tontamente.
El viaje resultaba bastante tedioso. Había ratos en los que no pronunciábamos ni una palabra, solamente escuchando la música de fondo que llevábamos puesta, otros ratos nos contábamos nuestras ideas de futuro si el mundo no hubiera cambiado. 
Al cabo de las horas de viaje encontramos una finca que nos llamó la atención. Andrea paró el coche y nos asomamos a la reja. Había una casa de dos plantas en mitad de la parcela, era nuestra oportunidad, podríamos encontrar mas comida y cosas que nos pudiera servir.
No nos fiábamos de entrar, nunca se sabe si podía haber alguien dentro y nuestra visita no les resultaba muy agradable. También podían habernos visto y estaban esperando a que entráramos para tenernos en su terreno y así robarnos con mas facilidad.
Por mas que gritábamos no contestaba nadie, así que saltamos la verja y fuimos directos a la casa.
Entramos en la casa rompiendo una ventana. Había un olor nauseabundo en el ambiente, el mismo olor a muerto que noté cuando abrí aquel todoterreno en la autopista.
Registramos todos los cajones y el frigorífico, conseguimos hacernos con bastante comida y algunas herramientas muy útiles. Mi ropa estaba sucia y rota, así que subimos al piso de arriba para buscar algo para cambiarme. De repente, de una de las habitaciones comenzaron a escucharse unos gruñidos.
Desobedeciendo cualquier lógica nos acercamos hasta la habitación. Yo preparé mi pistola y Andrea abrió la puerta rápidamente.
De un salto me atacó un pastor alemán y reaccioné rápidamente pegándole un tiro. Justo en la cabeza, murmuró Andrea.
Entramos en la habitación y había un cuerpo de mujer medio devorado. El pobre perro se había quedado atrapado en el dormitorio con su dueña, y cuando no le quedó mas remedio, el hambre hizo el resto.

Habíamos tenido ya demasiadas emociones durante el día, así que decidimos quedarnos tranquilamente el resto del día allí, comiendo y charlando. Dormir en una cama se agradece mucho en los tiempo que corren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario